martes, 8 de diciembre de 2020

Gambito de Dama: 10,000 horas


A quien le haya gustado la miniserie de Netflix Gambito de Dama (me incluyo desde 
luego) puede obtener varias lecciones de vida. Centrémonos en el personaje principal:  Elizabet Harmon (Beth)

Magistralmente entretejida con la vida personal, llena de innumerables tragedias difíciles de superar porque le han marcado huellas imborrables desde su más tierna infancia, junto con problemas de alcoholismo y drogas heredados de la misma fuente de tragedias personales, Beth escala desde un orfanatorio con la ayuda de su profesor-conserje, que le enseña las maravillas y secretos del ajedrez, hasta la cumbre de vencer al campeón ruso de ajedrez de aquellos años.

Ambientados en los años de Kasparov y Fisher como los héroes del momento ajedrecístico mundial, la historia en sí misma es fascinante y bella, pero creo hay muchas lecciones de fondo.

Una primera evidente es que lograr ese nivel de excelencia en este juego-arte-ciencia por Beth se debe fundamentalmente a dos ejes: a) vencer sus miedos, angustias y temores de sus tragedias personales y 2) estudiar-estudiar-estudiar y practicar-practicar-practicar. Aquí es ineludible recordar el libro de  Malcolm  Gladwell (Historias de Exito) donde documenta diversas historias de éxito cuyo común denominador es el trabajo arduo. Gladwell comenta que es en un aproximado de 10,000 horas donde se logra un nivel de maestría. Nos recuerda que en la vida nada es fácil; son en gran parte esas diez mil horas de estudio y practica para lograr ser un master en determinado campo.

Si ven la miniserie podrán observar que Beth compra libros, se duerme pensando en las jugadas, practica a cualquier hora y con quien sea, se arriesga a enfrentar juegos con desconocidos o con grandes maestros, busca por todos los medios ir a su primer campeonato local. Come leyendo, sueña jugando. Nada más y nada menos.

Para cualquiera de nosotros en cualquier campo en que trabajemos, sin estas 10, 000 horas: JAMAS podremos dejar una huella imborrable para los demás: dejar esa cuña en el Universo como diría Steve Jobs.

Maravilloso el final: acaba de vencer al mejor del mundo, camina sola por las calles de Moscú. Ve a gente de la tercera edad jugando en una callecita al ajedrez en mesas y sillas improvisadas. Los mira. La miran y la reconocen. La abrazan. Los abraza. Y...se pone a jugar con ellos.





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