lunes, 29 de junio de 2020

Máscaras y caretas: el fallo de nuestra educación basica

Aunque con políticas dispares, errantes o equivocadas, el mundo se ha impuesto el uso de máscaras y caretas como medida de protección ante el COVID 19; sin una política clara y contundente en nuestro País, su uso es discrecional: cada quien decide si los usa o no. 

Transitar por cualquier calle de cualquier ciudad de México nos dará una idea clara de lo que ocurre ante tal medida.

Al menos en lo que a mi toca, observo que de cada diez personas que transitan ya sea a pie, vehículo o transporte público quizá con ojo de buen cubero: 20% sí, 80% no. Y de este 20% que sí, en muchas ocasiones está mal empleado.

Vemos niños, adultos, tercera edad deambular como si el día fuera como todos. La transmisión ya se sabe, es por objetos contaminados o por la cercanía con personas.  Cuando se empezó a desintegrar la comunicación pública en esta materia (por sus enormes contradicciones entre funcionarios, y entre medios de comunicación) la población tomó el control con su propia decisión.  

Ya sabemos que en México hay enormes desigualdades en materia educativa y cultural. Lo básico que se debiera enseñar en el ciclo básico de educación (preescolar, primaria y secundaria) parece no ha funcionado.  Aquí, con la crisis encima y con esta medida elemental pero efectiva (así lo han manifestado cientos de artículos, blogs, medios y autoridad sanitarias del mundo) se manifiesta claramente este enorme problema: lo básico que cualquier persona ya debió haber adquirido al cursar mínimamente la primaria no aparece por ningún lado.

Lo básico, debiera ser, entre otras aspectos, el cuidado de nuestra salud y de nuestro cuerpo. Esto se debiera adquirir mínimamente en la educación primaria a donde un porcentaje muy alto (99%) de mexicanos la pueden transitar, antes de abandonar su trayecto escolar por múltiples razones.

Así que al ver caminar en las calles a las personas sin esa inversión de $100.00 a costa de su propia vida y la de sus seres queridos, no podemos menos que pensar en el fracaso de nuestra educación básica: no enseñamos lo mínimo indispensable para dotar de un equipaje mínimo de seguridad a nuestra población que se encuentra en los ciclos básicos de educación. Qué enorme pérdida de oportunidad cuando estamos en las aulas.

domingo, 28 de junio de 2020

El curriculum de vida o muerte

Tuve la oportunidad entre 1985 y 1990 de trabajar con Juan Manuel Gutiérrez Vázquez; además de su extraordinaria personalidad (hay algunas notas en mi blog acerca de él), siempre comentaba innovadores conceptos educativos para aquellos años; su vasta experiencia internacional, sus lecturas y proyectos le daban esa oportunidad de ver más allá de nuestro patio.

Para mí, en aquellos años, representaban algo verdaderamente innovador y asombroso por su extrema sencillez pero su enorme significado profundo: Club de ciencias para niños, curriculum oculto, clase modelo de maldad, son solo algunos de ellos. 

Hoy lo traigo a colación al pensar en lo que se puede hacer con el cerco que nos ha impuesto el COVID 19 a la educación; sin duda alguna el curriculum es una de las piezas que se deben modificar. Lo traigo por un concepto que quiero profundizar un poco: el curriculum de la vida o la muerte (el nombre me asombró cuando lo escuché. No he podido encontrar unas notas que tenía de Juan Manuel sobre este tema)

Desde hace un buen tiempo se ha dicho que el actual curriculum es demasiado extenso: demasiada carga curricular para docentes y estudiantes. La carga ha demeritado en la calidad y profundidad con que se aborda en el aula escolar: todo a la prisa por la urgencia de cubrirlo.

Hoy es ineludible transformarlo en aras de resolver el problema que nos impuso el COVID 19:  cero espacio físico para que docentes y alumnos interactúen y porque el asunto educativo se resolverá en lo que puedan hacer docentes, padres de familia y estudiantes desde el hogar.

Aquí viene el concepto del curriculum de la vida o la muerte; quizá podríamos cambiarle el nombre y llamarle curriculum de sobrevivencia o curriculum mínimo indispensable. La idea central es: dejemos lo básico indispensable en este tiempo de crisis; el mínimo equipaje que docentes, padres y estudiantes pueden llevar en la condiciones extremas actuales, sin demeritar la calidad y profundidad.

Los nuevos límites que el COVID 19 impone a la educación

La crisis COVID 19 impactó en todas las formas posibles a la Institución Escolar donde millones de alumnos se reúnen en torno a los maestros que a su vez, desarrollan planes y programas diseñados centralmente y evalúan dichos planes y programas a través de exámenes estandarizados para acreditar -o no- a sus estudiantes.

El maestro utiliza materiales educativos en donde el libro de texto es fundamental; y dependiendo del contexto, se puede contar con otros recursos didácticos e incluso, tecnología educativa.

La crisis COVID 19 resaltó las enormes carencias y desigualdades en materia educativa: docentes y padres de familia sin dominio de tecnologías digitales para poder desarrollar el trabajo educativo en el hogar; hogares sin internet o herramientas digitales, ausencia de materiales educativos ad hoc, entre muchos otros factores. 

Lamentablemente no hay tiempo para enfrentar la contingencia con la Institución Escolar tal y como fue construida cuando menos en los últimos 100 años.

Es urgente construirla de forma completamente distinta para llevarla a los millones de estudiantes en confinamiento. 

Los modelos mixtos (presencial y virtual) parecen apuntar en esa dirección; sin embargo, la crisis definió límites que nos está imponiendo en ambas partes de la ecuación: lo presencial se reducirá dramáticamente a casi cero para mantener la seguridad de los estudiantes y lo virtual tendrá el límite de los hogares sin internet.

Me parece que antes que nada, debemos conocer e identificar estos límites en todos los órdenes y luego desarrollar la ecuación presencial-virtual en ese nuevo contexto.

sábado, 27 de junio de 2020

La educación en la era post COVID 19

El COVID 19 llegó de sorpresa; jamás nadie imaginó el impacto que ha causado en prácticamente todas las esferas de nuestra sociedad: política, comercio, salud, cultura, educación...y una larga lista de la cual nadie escapa.

Cada País lo ha enfrentado como mejor lo cree conveniente: con enormes altibajos y con la incertidumbre de cuándo acabará. Pero la vida no se detiene. Aunque ha cambiado dramáticamente para todos, la vida sigue. 

Uno de los sectores que ha sufrido enormidades es el educativo; la escuela masiva con millones de estudiantes, profesores, padres de familia, autoridades; en su seno ha visto su realidad transformada de la noche a la mañana; en cuestión de días, se instaló una nueva realidad: si cancelaron los espacios escolares, se le dijo a maestros, padres de familia que ahora en el hogar los estudiantes recibirían sus clases a distancia y en línea.

La nueva realidad solo confirmó las enormes desigualdades que ya diversos reportes señalaban: hogares sin internet, maestros y padres de familia con escaso conocimiento del uso de herramientas digitales, ausencia de materiales educativos ad hoc a la era digital, entre muchos otros.

Las respuestas a la crisis fueron variopintas: se actuó como se podía y con lo que se tenía; entendible en todos los sentidos, pero ya pasaron varios meses y ahora ya se empieza a preguntar la comunidad educativa: qué sigue?, cómo se le va a hacer de aquí en delante?

No hay una sola respuesta; ni siquiera quizá aún tengamos las preguntas adecuadas. Lo que es un hecho es que no se podrá seguir igual; se deberá partir de las nuevas líneas que están demarcando la nueva realidad.




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