El prototipo Starship
La carrera espacial ha cobrado un nuevo giro, ya no el romanticismo que rodeó el alunizaje del primer hombre en la luna; ahora es una carrera científica y tecnológica que lleva tras de sí objetivos declarados y no tan declarados: darnos vueltas alrededor de la Tierra, encontrar meteoritos de oro o de metales de valor incalculable, habitar Marte cuando la Tierra se acabe de asfixiar, montar cinturones de satélites que observen y registren TODO, experimentar con miles de cosas que vaya usted a saber de qué se tratan, y la lista puede seguir.
Son los primeros pasos también para futuras guerras terrenales y porque no, recordando la hermosa trilogía de Cixin Liu (El problema de los Tres Cuerpos) guerras con otras especies (si es que existen) de lejanas galaxias.
Elon Musk no lo niega: vamos a Marte para hacer negocios, explotar comercialmente todo lo que encontremos en el camino. No está tan mal desde le punto de vista de los negocios, la rentabilidad, la explotación de patentes y demás (en ese camino ha creado montones de trabajos y empleos) siempre y cuando un día no nos encontremos con que ya hay un rayo láser instalado en la cara oculta de la luna que nos apunta y amenaza.
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