La muerte es motivo ambivalente de celebración en México. El 1o y 2o de Noviembre a la vez que la festejamos, también lloramos al acordamos de nuestros muertos.
La catrina, aquella calavera vestida y elegante es uno de los símbolos más perecederos de estas fechas. Aquí no tiene límite la creatividad de los mexicanos que en sus tumbas, altares, catrinas, dulces, panes, papel de china, vestimenta y aún más, ¡¡¡en pueblos enteros!!!! como en Janitzio, Pátzcuaro, Michoacán da rienda suelta a su imaginación.
La Vemos en los altares, plazas, templos, mercados, desfiles, bailes, exposiciones. La festejamos, pero también recordamos con añoranza a nuestros familares muertos.
La muerte también está en la literatura que amplía nuestra percepción de la misma. Parte de la literatura fundamental en nuestros países tiene a la muerte como telón de fondo, como aquél libro pionero de GG Márquez, El Coronel no tiene quien le escriba, que en imagenes imborrables va casi cantando el realismo mágico, mezcla de poesía y dura realidad, nuestras realidades cotidianas: la muerte tras bambalinas. Sentada, esperando, haciéndonos guiños coquetos, sacando su guadaña, fría y metálica. Alta, mujer, hermosa o quizá tilica y flaca...
Recomiendo para estas fechas: Las intermitencias de la muerte de José Saramago, La muerte tiene permiso de Edmundo Valdés, La muerte y otras sorpresas de Mario Benedetti, Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez.
Pero también a nuestro enamorado de la muerte: José Guadalupe Posada, artista que redescubrió la muerte con la dimensión lúdica que hoy pervive en nuestra cultura. Aquí un documental sobre este gran artista.
Pero también a nuestro enamorado de la muerte: José Guadalupe Posada, artista que redescubrió la muerte con la dimensión lúdica que hoy pervive en nuestra cultura. Aquí un documental sobre este gran artista.
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